Antes de irme en la
camioneta del forense, me acerco a ver a Luisa; ella está fuera del auto y la
están atendiendo los paramédicos. Tiene el brazo destrozado y está inconsciente.
Pobre, como debe estar sufriendo.
Tuve mucha suerte, yo
no sentí dolor, mi muerte fue rápida y pude ver por última vez el amanecer, tal
vez el más bonito que vi en toda mi vida.
El paramédico que
atiende a Luisa dice que está estable y que deben llevársela lo más rápido
posible. Me inclino hacia Luisa y le susurro al oído - no te preocupes vas a
estar bien amiga, nos vemos en muchos años -.
Me levanto y veo que un
oficial tiene mi bolsa y la de Luisa, está hurgando en ellas. Toma mi bolsa y
la voltea para que salgan todas las cosas. Parece que busca mi identificación,
mientras lo hace yo tomo las llaves de mi departamento, dinero y mis tarjetas
de crédito. Sí ya se que no los puedo utilizar, pero por si acaso.
Las llaves las necesito
para entrar al departamento. Porque aun cuando estoy muerta, no sé si soy un
fantasma o que cosa. Tampoco si puedo cruzar paredes. No vaya ser que quiera
atravesar la puerta de la entrada y me dé en las narices.